jueves, enero 06, 2011

Sacerdocio

Estos días atrás hemos estado unos compañeros jesuitas pasando unos días orando, reflexionando y compartiendo en torno al sacerdocio. En principio el curso que viene pediremos ser ordenados y, si todo va bien, nos ordenarán diáconos. Y aunque llevo casi diez años como jesuita me sigue sorprendiendo que algún día sea cura. Creo que es porque hay muchas etiquetas vinculadas al sacerdote, y muchas contradictorias. Y esos mismos prejuicios se mezclan en mí.
Si tuviera que exprimir al máximo lo que voy viendo que es ser cura diría algo como que es comunicar que nada puede separarnos de Dios. Tendría que ser un mensaje positivo, optimista, que al que lo recibe le haga levantar la mirada y le diera esperanza.
Por un lado, ser cura implica estar el servicio de la comunidad. Y sólo sirviendo como Jesús (desde abajo) se puede ser buen cura, estando atento a lo que la gente necesita. Pero no es sólo eso. También es tener una llamada particular a transparentar a Jesús. Y esto no puede significar ser mejor, o estar por encima. En todo caso al contrario.
Hoy esta noticia que queremos comunicar no es -de entrada- recibida. Estamos en una cultura con un "nihilismo natural", donde de alguna manera no nos interesa nada que no sea instantáneo y palpable. Estoy convencido de que la gente necesita, y de algún modo busca, lo que sólo Dios puede darnos. Pero nos cuesta mucho confiar y dar un salto sin tener todo asegurado. Y es por eso también que hoy me parece que no es fácil ser sacerdote. Porque yo al menos no sé cómo transmitir este tesoro que tenemos en vasijas de barro.

1 comentario:

Elisa García España dijo...

Preciosa reflexión Javi. Y digo yo que no necesitas saber cómo hacerlo, solo sentir esa "llamada a trasparentar a Jesús", que me consta que tienes y vives. Llevaba tiempo pensando en ello...GRACIAS