jueves, septiembre 15, 2011

Lo tuyo es darte


Nos empeñamos en apropiarnos de todo
y nos quedamos solo con la frustración.
Queremos programar cada instante
pero la vida se nos escapa de las manos.
Nos gustaría conocerlo todo 
y nos descubrimos los más ignorantes.
Soñamos con triunfar en cada proyecto
pero el fracaso nos devuelve nuestro sitio.

Lo tuyo es dar, darte, sin calcular.
Lo nuestro es recibir, acoger, sin preguntar.
Solo me conozco al mirarme en Ti.
Eres el manantial del que todo brota,
donde veo la primera luz y empiezo a correr.
Eres el mar, donde todo acaba
hacia allá me dirijo, en Ti quiero descansar.

viernes, mayo 13, 2011

Sacramento


Si hablamos de sacramentos, lo primero que nos viene a la mente –si tenemos cierta formación religiosa- son los 7 sacramentos de la Iglesia, que alguna vez aprendimos de memoria. Estos sacramentos están pensados para acompañar la vida de los cristianos en momentos que de alguna manera son importantes.
Pero la palabra sacramento tiene también un sentido más amplio. Por lo visto, por su origen latino significa instrumento que convierte algo en santo. El latín traducía así la palabra griega “myterion”. El misterio en teología no algo que no podemos adivinar como se suele usar normalmente, por ejemplo en un episodio de CSI. Misterio es algo de lo que conocemos algo, pero no todo. Se aplica a Dios, pero también podemos decir que alguien es un misterio para mí, porque conozco algo de ella, pero hay otras muchas cosas que no conozco.
Entonces un sacramento es algo que veo, toco, oigo, algo palpable pero que me remite a Dios. Es algo que aun siendo material y “tocable”, de alguna manera apunta a Dios, al que no podemos “tocar”. Una especie de puente entre nuestra realidad más ordinaria y la realidad de Dios, al que no se le puede reducir a una “cosa” pero que está deseando comunicarse con nosotros. Es toda una experiencia acercarse a algo que nos parece de lo más normal y, sin saber cómo, tener la certeza de que Dios nos ha visitado.
Creo que tendríamos que compartir más cuáles son nuestros sacramentos. Puede ser una foto, una escultura, una canción, un lugar, un olor, personas, escritos… Recuerdo un libro precioso de Leonardo Boff en el que compartía como la colilla del último cigarro de su padre era sacramento para él. Pues que podamos disfrutar de todo lo que nos rodea como sacramento.

domingo, abril 10, 2011

Semana Santa

Una reflexión para la semana santa de un compañero jesuita:
Semana santa:
¿Podemos descansar y al mismo tiempo recordar?
José A. García, sj
Dicen que no hay que vivir de recuerdos pero más verdadero es que sin recuerdos no se puede vivir. Es cierto que hay recuerdos que atan al pasado, que bloquean toda novedad, toda alegría, todo futuro; pero los hay también que dinamizan nuestro presente, que introducen en él acontecimientos y rostros de un pasado que nos llena de energía y ganas de vivir, de un dinamismo nuevo y benefactor. No olvidemos que recordar (re-cordis) significa literalmente pasar de nuevo algo o alguien por el corazón. Algo o alguien que no le deja como estaba, que le mueve.
Pues bien, cercanos ya a la Semana santa, nos preguntamos si es posible o no vivir unidos descanso y recuerdo, vacación y memoria, disfrute y atención… ¿Atención a qué? A los recuerdos que nos traen estos días. Nuestra respuesta es que sí, lo que planteamos en estas líneas es una propuesta para lograrlo.

¿Qué “recuerdos”?
            Lo sabemos desde pequeños pero tal vez nos convenga formularlo nuevamente. He aquí un intento:
           
1º. El primer recuerdo que nos trae la Semana santa es que Jesús fue “un hombre con una misión”: el Hombre que venía de Dios, el Hijo, con una buena noticia para la humanidad, para nosotros, para mí… Sin ese primer recuerdo no hay Semana santa. Cierto que esta semana se llena de imágenes de la pasión de nuestro Señor, y así ha de ser. Pero si nos preguntamos por qué Jesús terminó en la cruz, la respuesta es clara. Terminó así como consecuencia de lo que fue, de lo que hizo y dijo; por la pretensión que tuvo no sólo de anunciar y anunciarse como alguien que venía de Dios, sino también como instaurador en nombre suyo de un nuevo orden de cosas en el mundo.
“Os traigo una buena noticia, decía Jesús a la gente. Dios quiere reinar en vosotros, quiere estar presente en vuestras vidas, alentarlas, consolarlas, dirigirlas. Dios ama la vida, os ama, no está a la puerta como enemigo. Volveos a él, cambiad, sed hermanos unos para otros, hijos todos del mismo padre. Dichosos vosotros si lo hacéis, ay de vosotros si lo impedís…”
Los poderosos de aquel tiempo se dieron cuenta muy pronto de que la vida y el mensaje humano-religioso de Jesús suponía una amenaza para el statu quo imperante que no estaban dispuestos a cambiar. Más todavía porque Jesús se atrevía a vincular su mensaje y a sí mismo con Dios… “Mi Padre y yo somos una misma cosa”
Este primer recuerdo es capital en la Semana santa porque sin él nos se entienden los dos siguientes. Pero, ¿por qué y para qué re-cordarlo, traerlo de nuevo a nuestra mente y corazón? ¿Es compatible, por otra parte, un recuerdo así con he hecho de estar de vacaciones?
Sí merece la pena recordarlo, sí es compatible con estar de vacación. Porque veamos:
·         ¿qué impide que en esta semana santa, al tiempo que descansamos y lo pasamos bien, se llene nuestro corazón de agradecimiento al re-cordar que “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo…”? (Jn 3,16)
·         ¿qué impide que podamos asistir el Jueves santo al recuerdo de la última Cena y primera Eucaristía, sintiendo y gustando de nuevo que Jesús “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”? (Jn 13,1)
·         Ninguna circunstancia externa podría impedirlo, sólo nosotros, nuestra falta tal vez de agradecimiento y amor…

2º. La Semana santa nos trae un segundo recuerdo, trágico y santo a la vez: los poderes de este mundo dicen “No” a Jesús y su Proyecto. El resultado de ese no es su condena a muerte en cruz… Las calles de nuestros pueblos y ciudades se llenan de ese “no” en forma de procesiones, de Cristos crucificados, de Dolorosas… Con el paso del tiempo nos hemos vuelto más cautos al juzgar esta fe popular desde nuestra fe más “ilustrada”. ¿Mucho que purificar? Claro. ¿Mucho que contemplar y admirar? También
Pero recordar al Crucificado, traerlo de nuevo a nuestra memoria y corazón, no tiene por qué inducir en nosotros un clima de tristeza, sino de agradecimiento y de mayor amor. ¿No sucede lo mismo cuando recordamos lo que nuestros padres hicieron por nosotros, los “trabajos” que les costamos?
Este segundo recuerdo la Semana Santa es bueno, nos hace más agradecidos, mejores. Nos vuelve más dispuestos a aceptar por nuestra parte los “trabajos” que nuestra misión actual de padres, profesores, estudiantes… lleva inevitablemente consigo. Hace que Cristo sea un Tú más cercano, más amado, más deseado también.
¿Y por qué no había de ser compatible este segundo recuerdo con el hecho de estar de vacaciones? ¿Qué impide que esos días de descanso se llenen de recuerdos santos, del recuerdo del Crucificado? Ninguna circunstancia externa podría impedirlo, sólo nosotros, nuestra falta tal vez de agradecimiento y amor…

3º El tercer recuerdo de la Semana santa es éste: Dios dice “Sí” a Jesús, le da la razón quitándosela a quienes le crucificaron. Ese sí de Dios a la persona y el proyecto de Jesús no es una simple palabra, es una acción de Dios sobre el Crucificado, es un sí que lo resucita. Normalmente vinculamos más esta semana santa al Jueves y Viernes santo que al Domingo de resurrección. Y sin embargo… Sobre la Cruz de Jesús en el viernes santo pende una terrible interrogación: ¿tiene futuro el Crucificado, sí o no? ¿Lo tienen todos sus hermanos y hermanas llevados injustamente a la muerte? ¿Lo tienen las vidas entregadas? ¿Lo tenemos nosotros? Jesús ha llevado la vida hasta unos límites de entrega, de amor, de defensa de los pobres, enfermos y pecadores imposibles de superar. Bien, así fue, ¿pero ahora, qué?
La resurrección de Jesús es el sí de Dios a su vida, a Él y su proyecto, a su modo de llevarlo a término. La última palabra sobre la vida no la tienen los verdugos (la muerte es de todas formas un verdugo universal) sino Dios y la dice a favor de los crucificados, de quienes vivieron dando vida a los demás aun a costa de su propia vida. Eso es lo que recordamos en este día como sucedido a Jesús y como promesa para quienes lo siguen.
Es posible estar de vacaciones y recordar este acontecimiento. Y alegrarnos por Jesús y por el futuro de Dios para la humanidad. Para las personas que quiero a cuya muerte total no podría acostumbrarme nunca. Para los pobres y desechados de este mundo cuya vida no-vivida Dios restaurará. Para mí… Es posible estar de vacaciones y recordar. Ninguna circunstancia externa podría impedirlo, sólo nosotros, nuestra falta tal vez de agradecimiento y amor…

La belleza, umbral del acceso a Dios
“¿Fue usted, príncipe, quien dijo una vez que el mundo se salvaría por la belleza? ¡Señores! El príncipe sostiene que el mundo se salvará por la belleza […] Pero, ¿qué belleza es ésa que salvará al mundo”?
Es la pregunta que dirige Hippolit, el joven ateo y nihilista de la novela El Idiota, a Miskin, el príncipe idiota. El lector espera ansioso una respuesta pero esa respuesta no existe; el diálogo sigue por otros derroteros. Con todo, se sabe que en ésta y otras novelas suyas Dostoiewski está aludiendo a la belleza de Jesucristo.
Nada ha existido en este mundo tan Bello, Verdadero y Bueno como Jesucristo. En el Crucificado resplandece como en ningún otro lugar esa Belleza, la que irradia una vida entregada… Porque bellezas existen muchas pero no todas irrumpen del mismo modo en nosotros. Algunas no hacen más que encandilar nuestro instinto de posesión, nuestro principio placer. Otras, sin embargo, trasparentan una Presencia real que nos atrae hacia sí despertando en nosotros el anhelo de trascendencia. La belleza de Jesucristo es de estas segundas. Irradia verdadera humanidad, revela lo mejor de nosotros mismos, tira de nosotros hacia sí...
¿Qué sucedería si un día se nos apareciera ese Jesucristo, así contemplado, así re-cordado? ¿No se convertiría, tal vez, en el nuevo objeto de nuestro deseo, en el Modelo humano-divino hacia el cual trascendernos? Convertirse es ser atraído, escribió el Prior de los cistercienses asesinados en Argelia, cuya película ha conmoviendo a tantos en estos últimos meses.

Vamos a intentarlo
            Como cristianos somos, así pues, una “comunidad de memoria”. Las comunidades de memoria viven de un acontecimiento fundante que las mantiene cohesionadas y activas a través de la historia, abriéndolas simultáneamente hacia el futuro. Para nosotros ese acontecimiento fundante es Jesús: su vida, muerte y resurrección. Recordarlo y narrarlo es vital para nosotros. Sentir y gustar que nuestra identidad personal ni quiere ni puede definirse sin referencia a esa memoria, puede ser una realidad dichosa que llene nuestro corazón de Paz, Misión y Espíritu, los tres dones que el Resucitado regala a su primera comunidad de discípulos…
            Concluimos ya. Tenemos derecho a descansar después de este largo trimestre. Claro que sí, lo tenemos. Podemos juntar descanso, recuerdo y celebración durante esta Semana Santa. Claro que podemos.
            ¿Por qué, entonces, no intentarlo? ¡Necesitamos tanto de una Belleza salvadora que nos ayude a perforar hacia adelante y hacia abajo nuestros pequeños y repetitivos circuitos cotidianos…!

lunes, enero 31, 2011

Contingencia

Hoy traigo al blog un concepto muy común en la filosofía y la teología, aunque también la ciencia recurre a él. Se trata de la contingencia. No es un palabra que usemos mientras tenemos una cerveza en la mano, pero me parece que nos iría mejor si esta idea estuviera más presente en nuestras vidas. Pero ojo, que no es algo que nos encaje hoy a la gente de nuestra cultura.
La RAE define contingencia como "posibilidad de que algo suceda o no suceda". Que nuestra existencia sea contingente (como dicen muchos pensadores) es que no la controlamos, que somos pero podíamos no ser. Me cuesta explicarlo, y creo que es una experiencia no racional, sino que coge a toda la persona, que podemos y debemos vivir: experimentar esta contingencia. 
Desde la ciencia podemos decir somos porque un espermatozoide entre millones fecundó un óvulo; o más atrás, que el ser humano existe porque se dieron infinidad de condiciones naturales que permitieron una evolución hasta nuestra especie. La fe nos dice que somos porque Dios nos ha creado porque... SÍ, porque quiso, gratuitamente, nos dio la vida y el ser.
Hoy más bien tendemos a creernos todopoderosos, que todo lo merecemos y podemos tener, tenemos infinidad de derechos y de privilegios. Pero todo eso se viene abajo cuando nos enfrentamos a la muerte, a la enfermedad, a cualquier limitación.
No quiero decir que en vez de creernos los más "guays" del universo tengamos que vernos poca cosa y que nuestra existencia es insignificante. La alternativa es tan bonita como vivirnos como hijos de un Dios que todo lo hace por Amor.

domingo, enero 23, 2011

De dioses y hombres

Ayer fui a ver De dioses y hombres, una película que quedará en esa lista que todos tenemos de imprescindibles.
Lo que yo valoro de una película es que te provoque emociones auténticas y que te plantee preguntas hondas. Y por supuesto, que sea bella.
Se trata de la historia de unos monjes trapenses en Argelia que fueron asesinados. En ese tiempo había grupos fundamentalistas que mataban a los que no pensaban como ellos. Ellos pudieron haberse ido pero decidieron quedarse con la gente con la que compartían la vida y en el sitio en que se sentían llamados a vivir.
Esos hombres no eran superhéroes, ni tenían especiales cualidades. Más bien la película los retrata con dudas, dificultades cotidianas y miedos. En la película se tratan temas que darían para más de una de esas conversaciones en buena compañía hasta las tantas.
A mí De dioses y hombres me habla de que dar la vida es la única manera de vivir plenamente, darse es el único modo auténtico de vivir. Para esto uno tiene que encontrar algo por lo que merezca la pena dejarlo todo. Estos monjes pusieron a Dios en el centro de sus vidas, y desde Él, pudieron configurar el resto. Tanto que hasta pudieron vivir felices y en paz en medio del peligro mortal en el que se encontraban. Estas vidas son un testimonio que nos invitan a mirar a lo esencial, a las cosas por las que merece la pena vivir… y morir.

lunes, enero 17, 2011

La Iglesia

Siento el rollo teológico, pero es en lo que ando ahora. Una de las asignaturas que tengo ahora es eclesiología: un tratado sobre la Iglesia. Ahí va eso, en estos tiempos. No tengo mucha idea de historia, pero estoy seguro de que la Iglesia no está en uno de los momentos de mejor “imagen” ante la sociedad. También estoy seguro de que los ha habido mucho peores. Pues aunque a nuestra generación le guste ser el ombligo del universo dos mil años dan para mucho.
Hay muchas cosas de la Iglesia que no me gustan, muchas que no me convencen, muchas que cambiaría. Y entiendo que se critique a la Iglesia, pues hay muchas cosas criticables. Lo que no me gusta es la crítica sin conocimiento y desde tópicos.  Y hoy no es nada fácil encontrar críticas fundadas (a la Iglesia y a cualquier cosa).
De lo estudiado me quedo con la idea de que la Iglesia tiene una dimensión humana y otra transcendente. Por ser humana es imperfecta, débil, incoherente, tiene pecados, se aleja del evangelio, no sabe acoger, tiende a imponerse… en fin como cualquiera de nosotros pero en “institución”, a lo grande. Pero por tener esa otra dimensión transcendente, que viene de Dios, la Iglesia sigue anunciando el evangelio dos mil años después, sigue siendo signo del Reino, está comprometida en muchos lugares, algunos donde nadie más se atreve a ir, y al que quiere, le ayuda a encontrarse con Dios.
Todas las cosas que me cabrean de la Iglesia, incluso las más horribles, no pueden hacerme renegar de mi fe. Y es que yo creo en Jesús, el Señor; eso sí, desde la Iglesia, que aunque tiene millones de defectos, es la que sigue transmitiendo lo más bonito que Dios le ha dicho al hombre.

jueves, enero 06, 2011

Sacerdocio

Estos días atrás hemos estado unos compañeros jesuitas pasando unos días orando, reflexionando y compartiendo en torno al sacerdocio. En principio el curso que viene pediremos ser ordenados y, si todo va bien, nos ordenarán diáconos. Y aunque llevo casi diez años como jesuita me sigue sorprendiendo que algún día sea cura. Creo que es porque hay muchas etiquetas vinculadas al sacerdote, y muchas contradictorias. Y esos mismos prejuicios se mezclan en mí.
Si tuviera que exprimir al máximo lo que voy viendo que es ser cura diría algo como que es comunicar que nada puede separarnos de Dios. Tendría que ser un mensaje positivo, optimista, que al que lo recibe le haga levantar la mirada y le diera esperanza.
Por un lado, ser cura implica estar el servicio de la comunidad. Y sólo sirviendo como Jesús (desde abajo) se puede ser buen cura, estando atento a lo que la gente necesita. Pero no es sólo eso. También es tener una llamada particular a transparentar a Jesús. Y esto no puede significar ser mejor, o estar por encima. En todo caso al contrario.
Hoy esta noticia que queremos comunicar no es -de entrada- recibida. Estamos en una cultura con un "nihilismo natural", donde de alguna manera no nos interesa nada que no sea instantáneo y palpable. Estoy convencido de que la gente necesita, y de algún modo busca, lo que sólo Dios puede darnos. Pero nos cuesta mucho confiar y dar un salto sin tener todo asegurado. Y es por eso también que hoy me parece que no es fácil ser sacerdote. Porque yo al menos no sé cómo transmitir este tesoro que tenemos en vasijas de barro.