lunes, noviembre 17, 2008

Sin parar

Llevo no sé si 4 o 5 fines de semanas con actividades (convivencias, encuentros, voluntariados...) Y todos los domingos por la tarde, cuando estoy exhausto me prometo que el fin de semana siguiente lo dedicaré a dormir, leer, pasear... descansar.
Es verdad que muchas cosas me vienen dadas, y el margen de maniobra no es mucho. Y se me hace muy cuesta arriba pensar que el lunes empieza otra semana: con clases, exámenes, catequesis, preparación de otras cosas y los impresivisibles de siempre.
Soy muy crítico con nuestros activismos, y aunque es posible que caiga en lo que critico, intento que todo lo que hago tenga sentido, que esté pensado, que si acabo reventado sea porque merece la pena. 
Y la clave está en el último pensamiento del domigo, justo cuando dejo el libro que estoy leyendo en la mesita de noche (de cuyas últimas líneas nunca me acuerdo) porque ya no puedo más. Entonces, vienen esas imágenes que sintetizan la semana, normalmente acompañadas de ese sentimiento de agradecimiento, de que he hecho lo que he podido, y he recibido infinitamente más.

lunes, noviembre 03, 2008

Rutina

A estas alturas de curso (después de los comienzos llenos de novedades) puedo declarar inaugurada la temporada de rutina. A alguna gente ésta le aterra por monótona, por la falta de novedad, por su previsibilidad. A otros les encanta tener todo controlado, saber lo que va a pasar, cuanto menos improvisación mejor.
Para mí la rutina es que los días se suceden exteriormente parecidos. Me levanto a la misma hora, todos los lunes a las 11.30 tengo clase de religión, los miércoles catequesis, comemos a la misma hora, etc. Y me gusta, pues noto que cierto orden externo me ayuda. 
Pero si rutina es que todos los días son iguales, nunca en mi vida he tenido rutina. Yo no soy el mismo cada día, ni tampoco las personas con quienes me encuentro. Sí confieso que ha habido temporadas (muchas) en que se me sabe sosa la vida, plana, como que me aburre. Pero es verdad, que a posteriori, descubro que vivía en la superficie. Y en la superficie los días sí son casi iguales.
Una cosa que me ayuda es el examen al acabar el día. Porque en presencia de Dios se mira de modo diferente, se saborean las conversaciones, el trabajo, los encuentros de otra manera. Y así puedo ir descubriendo sus huellas, esas que deja en nuestro camino para que podamos seguirlas y encontrarle.