lunes, enero 31, 2011

Contingencia

Hoy traigo al blog un concepto muy común en la filosofía y la teología, aunque también la ciencia recurre a él. Se trata de la contingencia. No es un palabra que usemos mientras tenemos una cerveza en la mano, pero me parece que nos iría mejor si esta idea estuviera más presente en nuestras vidas. Pero ojo, que no es algo que nos encaje hoy a la gente de nuestra cultura.
La RAE define contingencia como "posibilidad de que algo suceda o no suceda". Que nuestra existencia sea contingente (como dicen muchos pensadores) es que no la controlamos, que somos pero podíamos no ser. Me cuesta explicarlo, y creo que es una experiencia no racional, sino que coge a toda la persona, que podemos y debemos vivir: experimentar esta contingencia. 
Desde la ciencia podemos decir somos porque un espermatozoide entre millones fecundó un óvulo; o más atrás, que el ser humano existe porque se dieron infinidad de condiciones naturales que permitieron una evolución hasta nuestra especie. La fe nos dice que somos porque Dios nos ha creado porque... SÍ, porque quiso, gratuitamente, nos dio la vida y el ser.
Hoy más bien tendemos a creernos todopoderosos, que todo lo merecemos y podemos tener, tenemos infinidad de derechos y de privilegios. Pero todo eso se viene abajo cuando nos enfrentamos a la muerte, a la enfermedad, a cualquier limitación.
No quiero decir que en vez de creernos los más "guays" del universo tengamos que vernos poca cosa y que nuestra existencia es insignificante. La alternativa es tan bonita como vivirnos como hijos de un Dios que todo lo hace por Amor.

domingo, enero 23, 2011

De dioses y hombres

Ayer fui a ver De dioses y hombres, una película que quedará en esa lista que todos tenemos de imprescindibles.
Lo que yo valoro de una película es que te provoque emociones auténticas y que te plantee preguntas hondas. Y por supuesto, que sea bella.
Se trata de la historia de unos monjes trapenses en Argelia que fueron asesinados. En ese tiempo había grupos fundamentalistas que mataban a los que no pensaban como ellos. Ellos pudieron haberse ido pero decidieron quedarse con la gente con la que compartían la vida y en el sitio en que se sentían llamados a vivir.
Esos hombres no eran superhéroes, ni tenían especiales cualidades. Más bien la película los retrata con dudas, dificultades cotidianas y miedos. En la película se tratan temas que darían para más de una de esas conversaciones en buena compañía hasta las tantas.
A mí De dioses y hombres me habla de que dar la vida es la única manera de vivir plenamente, darse es el único modo auténtico de vivir. Para esto uno tiene que encontrar algo por lo que merezca la pena dejarlo todo. Estos monjes pusieron a Dios en el centro de sus vidas, y desde Él, pudieron configurar el resto. Tanto que hasta pudieron vivir felices y en paz en medio del peligro mortal en el que se encontraban. Estas vidas son un testimonio que nos invitan a mirar a lo esencial, a las cosas por las que merece la pena vivir… y morir.

lunes, enero 17, 2011

La Iglesia

Siento el rollo teológico, pero es en lo que ando ahora. Una de las asignaturas que tengo ahora es eclesiología: un tratado sobre la Iglesia. Ahí va eso, en estos tiempos. No tengo mucha idea de historia, pero estoy seguro de que la Iglesia no está en uno de los momentos de mejor “imagen” ante la sociedad. También estoy seguro de que los ha habido mucho peores. Pues aunque a nuestra generación le guste ser el ombligo del universo dos mil años dan para mucho.
Hay muchas cosas de la Iglesia que no me gustan, muchas que no me convencen, muchas que cambiaría. Y entiendo que se critique a la Iglesia, pues hay muchas cosas criticables. Lo que no me gusta es la crítica sin conocimiento y desde tópicos.  Y hoy no es nada fácil encontrar críticas fundadas (a la Iglesia y a cualquier cosa).
De lo estudiado me quedo con la idea de que la Iglesia tiene una dimensión humana y otra transcendente. Por ser humana es imperfecta, débil, incoherente, tiene pecados, se aleja del evangelio, no sabe acoger, tiende a imponerse… en fin como cualquiera de nosotros pero en “institución”, a lo grande. Pero por tener esa otra dimensión transcendente, que viene de Dios, la Iglesia sigue anunciando el evangelio dos mil años después, sigue siendo signo del Reino, está comprometida en muchos lugares, algunos donde nadie más se atreve a ir, y al que quiere, le ayuda a encontrarse con Dios.
Todas las cosas que me cabrean de la Iglesia, incluso las más horribles, no pueden hacerme renegar de mi fe. Y es que yo creo en Jesús, el Señor; eso sí, desde la Iglesia, que aunque tiene millones de defectos, es la que sigue transmitiendo lo más bonito que Dios le ha dicho al hombre.

jueves, enero 06, 2011

Sacerdocio

Estos días atrás hemos estado unos compañeros jesuitas pasando unos días orando, reflexionando y compartiendo en torno al sacerdocio. En principio el curso que viene pediremos ser ordenados y, si todo va bien, nos ordenarán diáconos. Y aunque llevo casi diez años como jesuita me sigue sorprendiendo que algún día sea cura. Creo que es porque hay muchas etiquetas vinculadas al sacerdote, y muchas contradictorias. Y esos mismos prejuicios se mezclan en mí.
Si tuviera que exprimir al máximo lo que voy viendo que es ser cura diría algo como que es comunicar que nada puede separarnos de Dios. Tendría que ser un mensaje positivo, optimista, que al que lo recibe le haga levantar la mirada y le diera esperanza.
Por un lado, ser cura implica estar el servicio de la comunidad. Y sólo sirviendo como Jesús (desde abajo) se puede ser buen cura, estando atento a lo que la gente necesita. Pero no es sólo eso. También es tener una llamada particular a transparentar a Jesús. Y esto no puede significar ser mejor, o estar por encima. En todo caso al contrario.
Hoy esta noticia que queremos comunicar no es -de entrada- recibida. Estamos en una cultura con un "nihilismo natural", donde de alguna manera no nos interesa nada que no sea instantáneo y palpable. Estoy convencido de que la gente necesita, y de algún modo busca, lo que sólo Dios puede darnos. Pero nos cuesta mucho confiar y dar un salto sin tener todo asegurado. Y es por eso también que hoy me parece que no es fácil ser sacerdote. Porque yo al menos no sé cómo transmitir este tesoro que tenemos en vasijas de barro.