martes, noviembre 21, 2006

Caramelos en el metro


El metro es un contexto que no deja de impresionarme. Por su frialdad, por cómo las personas, que viajamos juntas, no compartimos más que el pisar un vagón. Me produce mucha desolación tanta distancia en la cercanía. Y con todo el significado que tiene estar bajo tierra, sin luz natural ni aire fresco.
Pero también en el metro Dios se hace presente. Ayer me pasó una historia que quería compartir. En una de las paradas por las que paso todos los días (Estrecho), se subió un anciano, cargado con un carrito de esos que se usan para las compras. Y a una chica que estaba enfrente le ofreció unos caramelos, que ésta aceptó con gusto, y se pusieron a hablar de la juventud, de la ancianidad... Yo dejé el libro que leía y me puse a mirarlos. Cuando el hombre se dio cuenta, me ofreció otro caramelo y me incluyó en la conversación.
Nada extraordinario. Una conversación de tres paradas de metro, unos caramelos, cuatro verbos: ofrecer, aceptar, hablar, mirar. Y un lugar oscuro se iluminó.

2 comentarios:

Elsa Sequeira dijo...

Olá!!!
Passei!! Gostei!!! hei-de voltar!!!

Tudo de bom!!!
:)))

J dijo...

Yo me he identificado mucho con tu texto, porque para mím el metro me hace confusion, mucha gente junta que no habla, y me a tocado mucho tu troca de palavras con el anciano.

Besos