sábado, enero 09, 2010

Elogio del aburrimiento

Ayer, tomando chocolate con Chiqui, nos lamentábamos de que muchas veces vivimos en la superficie. Somos una generación de juicios rápidos, que nos saltamos ritos y no le damos importancia a los ritmos de los procesos, y estamos malacostumbrados a tenerlo todo ahora y aquí. Sin duda, estos son síntomas de los infinitos avances de los que disfrutamos en nuestra parte rica del mundo. Algo que en principio es bueno, pero que puede degenerar en personas cuya única fuente de información es wikipedia, la plaza donde se relaciona con otra gente el messenger o el facebook y que sea incapaz de valorar lo diferente como una riqueza.
Pues una de las causas de todo esto nos parecía que era ausencia de aburrimiento. Sí, si uno no se pasa una tarde entera en su casa sin nada que hacer no se le ocurre coger un libro de la biblioteca y empezar a leerlo, o pararse a pensar en por qué sufrimos, o rezar dirigiéndose a un Dios del que sólo ha escuchado hablar a otros. Si Ignacio de Loyola no se hubiera aburrido durante una enfermedad no habría leído libros que le hicieron buscar a Dios, y finalmente fundar la Compañía de Jesús. Si Newton no hubiese tenido tiempo de aburrirse no habría empezado a curiosear haciendo experimentos. Si grandes poetas no hubiesen tenido tiempos aburridos no podríamos leer obras maestras de la literatura.
Pero hoy está prohibido aburrirse. Y si comenzamos a tener síntomas tenemos videoconsolas, internet, móviles, cines, y millones de oportunidades más para matar esa sensación de aburrimiento, desagradable ciertamente, pero que puede ser la puerta a cosas maravillosas.

1 comentario:

Elisa García España dijo...

¿Aburrimiento? A mí me suena más a falta de tiempo para el silencio a través del que se escucha el interior de donde aflora el contacto con Dios y las creaciones artísticas más hermosas...No creo que ese tipo de silencio sea aburrido. Aunque no muerde ni duele, suele dar miedo.
Quizás lleves razón en que el aburrimiento nos puede ayudar a conseguir que nos miremos por dentro.