
"Yo ya no me fío de nadie". Esto le escuché decir a Cristian hablando con un amigo suyo. Me dio pena. Pero no puedo reprochárselo. La vida le dice que siempre que ha confiado en alguien ha sufrido. Le han privado de un acto tan humano como sobrenatural: la confianza en otro. Y es una frase que escucho demasiado. "Tú asegurate lo tuyo, que no te puedes confiar". Me entristece.
Confiar supone dar a alguien tu seguridad, creer que otro va a mirar por ti, va a cuidarte, se va a preocupar. No es ser ingenuo. Es saberte amado. Por supuesto que yendo de confiados nos van a hacer sufrir alguna vez, porque nos equivocamos y porque hay gente que busca hacer daño. Pero es un riesgo que quiero correr.
Confiar en alguien me ayuda a ver mi limitación, a reconocer en el otro a un hermano, a estar tranquilo, a tener un poco menos de miedo a equivocarme.
Fiarse y sus hermanas: confianza, fidelidad, fe... Qué misterio es fiarse, confiar-en, tener fe en, ser fiel un Dios al que no veo, pero que configura mi vida. Qué misterio, pero qué alegría más honda.